miércoles, 24 de abril de 2013


Historia  

Mapa de Jalisco
Los restos humanos de mayor antigüedad en el estado presentan una edad aproximada a los 15 mil años y consisten en fragmentos de cráneos y otros restos que se encontraron en la ribera de los lagos de Zacoalco y Chapala. Además se han localizado puntas de flecha, raspadores, anzuelos, agujas y otros artefactos hechos de hueso.
Otros vestigios recuperados consisten en fauna pleistocénica encontrados en Ameca, Zacoalco, San Marcos, Sayula y la ribera del lago de Chapala. Se suman a estos hallazgos, puntas de flecha, de aproximadamente 10 mil años, encontradas al sur de Zacoalco y San Marcos.
Prueba fehaciente de la presencia humana son los petroglifos y pinturas rupestres encontradas en Cabo Corrientes, San Gabriel, Jesús María, La Huerta, Puerto Vallarta, Mixtlán, Villa Purificación, Casimiro Castillo, Zapotlán el Grande y Pihuamo.
Se cuenta con elementos suficientes para suponer que la aparición formal de los primeros asentamientos humanos en el occidente de México se remonta hace 7 mil años.
Para su estudio, la evolución cultural en esta región ha sido dividida en dos etapas a partir del inicio de la agricultura y el asentamiento  en aldeas, hacia el año 1500 antes de nuestra era.
La primera etapa abarca un poco más de 2000 años y se caracteriza por la adopción de la vida en las aldeas, así como la práctica de la agricultura que se sumó a la caza y a la recolección. La vida sedentaria les permitió dedicarse a otras actividades como la fabricación de cerámica, la práctica de ceremonias religiosas y funerarias, y del trueque.
De esta época datan las tumbas de tiro, esta manifestación cultural se presentó únicamente en el occidente de México y en Sudamérica; y consisten en cámaras o recintos funerarios subterráneos. En Jalisco, destacan las tumbas encontradas en Acatlán de Juárez, El Arenal y en Casimiro Castillo.
La segunda etapa de las culturas de occidente se ha denominado “Tolteca” y se caracteriza por el dominio militar en unos pueblos sobre otros más débiles. En esta época se perfeccionaron los trabajos de cerámica, apareció la técnica metalúrgica del oro, la plata y el cobre; y además se vigorizó la actividad comercial tanto local como foránea.
Recientes investigaciones de campo, han permitido obtener valiosa información arqueológica que demuestra, de manera concluyente, que en la zona occidental de México surgieron ricas culturas que manifestaron su grado de desarrollo en arquitectura monumental, grandes asentamientos y sistemas de irrigación, así como un posible sistema de escritura ideográfica. Estos descubrimientos vienen a poner fin a la idea equívoca de que en los sectores occidentales de México, las culturas prehispánicas eran simples y de pequeña escala.
La rica diversidad de vestigios arqueológicos con que se cuenta en la entidad es una valiosa herencia cultural de nuestros antepasados indígenas; su distribución en el estado abarca prácticamente todas las regiones de la entidad. Como ejemplo se pueden mencionar las zonas arqueológicas de “El Ixtépete”, “El Grillo” localizados en el municipio de Zapopan; “La Providencia”, “Laguna Colorada”, “Las Cuevas” “El Arenal” y “Palacio de Oconahua” en el municipio de Etzatlán; “Huitzilapa” y “Cerro de la Navaja” en la municipalidad de Magdalena; “Guachimontones” en Teuchitlán; “Coyula” en Tonalá; “Atitlán”, “El Mirador”, “El Reliz” y “Las Cuevas” en San Juanito de Escobedo; “Portezuelo” en Ameca; “Las Pilas”, “Huaxtla” y “Santa Quitería” en el municipio de El Arenal; “Cerrito del Istle” (Hiztle) en el municipio de Huejuquilla el Alto; “Las Calles” (cerro de Portezuelo) en La Barca; “Centro ceremonial Ixtapa” en Puerto Vallarta; “Santa Inés” y “La Tepalcatera” en el municipio de Sayula; “Mesa de San Francisco” en Tamazula; entre muchos otros localizados a lo largo y ancho de nuestro estado.
El territorio del actual estado de Jalisco estuvo habitado por diversas etnias: bapames, caxcanes, cocas, cuachichiles, huicholes, cuyutecos, otomíes, nahuas, tecuejes, tepehuanes, tecos, purépechas, pinomes, tzaultecas y xilotlantzingas. Otros autores mencionan también a pinos, otontlatolis, amultecas, coras, xiximes, tecuares, tecoxines y tecualmes.
En el siglo XVI, a la llegada de los españoles, los habitantes de la región noroccidental de México, en general, fueron sometidos pacíficamente a la autoridad de la corona hispana.
Para lograr la conquista de esta región se realizaron varias expediciones durante el primer tercio del siglo XVI, incursionando en estas tierras Cristóbal de Olid (1521), Alonso de Avalos (1521), Juan Alvarez Chico (1521), Gonzalo de Sandoval (1522), Francisco Cortés de Sanbuenaventura (1524), y Nuño Beltrán de Guzmán (1530) acompañado de Pedro Almíndez Chirinos y Cristóbal de Oñate.
Con la empresa de Nuño de Guzmán, da principio la colonización neogallega y casi termina su conquista cuando toma posesión de las tierras situadas a la margen derecha del Río Lerma, el 5 de junio de 1530, dándole el nombre de Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España, a los territorios sometidos por él y sus capitanes.
A fines del año de 1531, Guzmán fundó la Villa del Espíritu Santo de la Mayor España como capital de las tierras por él conquistadas.
Sin embargo, por cédula real del 5 de enero de 1531 se dispuso que el término impuesto a la conquista fuera sustituido por el de Provincia o Reino de Nueva Galicia y su capital debería llamarse Santiago Galicia de Compostela; tales acuerdos llegaron a conocimiento de Guzmán hasta enero de 1532, quien a pesar de sus súplicas y argumentos enviados a la corona española, pidiendo se conservaran los nombres por él elegidos, finalmente cumplió con la voluntad real.

La provincia neogallega comprendió desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII los actuales estados de Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes, así como gran parte de los de Jalisco y Sinaloa, y una pequeña fracción de los de San Luis Potosí  y Durango. El territorio de la Nueva Galicia comprendía, en total, 22 alcaldías y 13 corregimientos.
El 4 de diciembre de 1786, Carlos III expidió la ley titulada “Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejércitos y provincia en el reino de Nueva España”, mediante la cual se estableció en el virreinato el sistema político-administrativo de intendencia, que se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo XIX. Con este sistema, Nueva España se vio dividida en 12 intendencias y tres provincias.
Así, el reino de Nueva Galicia cambió su nombre por el de Intendencia de Guadalajara, y se modificaron también sus límites, quedando integrada  por el territorio de las hoy entidades de Jalisco, Aguascalientes, Nayarit y Colima, y comprendiendo 26 jurisdicciones o partidos.
Al finalizar el siglo XVIII, la Nueva Galicia alcanzaba una extensión territorial de más de 9,600 leguas cuadradas, pobladas por más de medio millón de habitantes, y divididos en 27 jurisdicciones.
Para principios del siglo XIX, hacia 1804, habitaban el territorio de la Intendencia de Guadalajara, más de 520 mil habitantes, distribuidos en las 29 jurisdicciones. La población neogallega estaba dividida fundamentalmente en cuatro grupos, estos eran: españoles, criollos, mestizos e indios. Además de las llamadas castas, que se formaban con las personas de sangre mezclada.
La Nueva Galicia, supo mantener durante el período colonial una situación de autonomía, tanto en el renglón político como en lo económico, con respecto de la Nueva España.
Este estado de cosas se debía a una serie de instituciones de carácter político judicial, comercial, cultural y religioso, de las cuales dotó la corona española al territorio neogallego. Estas instituciones fueron: la Real Audiencia (1548), el Real Consulado (1795), el obispado de Guadalajara (1548), la Universidad de Guadalajara (1791) y la Diputación Provincial (1812)
Todos estos factores se sumaron al libre comercio entre las colonias aprobado por la metrópoli en 1774. Con tal disposición  la Nueva Galicia alcanzó un auge económico hacia finales del siglo XVIII, dando como resultado una provincia autónoma en el contexto colonial.
En los primeros años del siglo XIX, se comienzan a manifestar los primeros brotes de emancipación en las colonias españolas, entre los factores que determinaron esta nueva etapa en territorio americano destacan las siguientes: la vieja oposición entre criollos y peninsulares, las ideas de la Ilustración, y la invasión napoleónica a España.
Efectivamente, los criollos americanos vieron en estos hechos la interrupción del pacto colonial.
Desde 1810, la Nueva Galicia se convirtió en escenario de cruentas y decisivas batallas en pro del movimiento que dio la independencia a Nueva España. Durante el período colonial se dieron muestras de repudio a la presencia de los conquistadores por parte de las masas indígenas, cuya condición de clase sometida y explotada los llevó a adoptar una actitud rebelde que se manifestó desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Entre los levantamientos que se dieron en territorio neogallego se puedan nombrar: el levantamiento de San Miguel de Culiacán en 1533; en el año de 1538, la rebelión de Coaxicori; en 1541, la rebelión de los tecoxines y de los caxcanes; en este mismo año ocurrió la lucha y toma de El Mixtón. En 1584 sucedió la insurrección de Guaynamota; en el año de 1617 la rebelión liderada por Cogoxito; en 1704 tuvo lugar la insurrección de Nostic. Y a principios del siglo XIX, en 1801, la insurrección del indio Mariano.
La guerra de Independencia había comenzado el 16 de septiembre de 1810, unos días después las primeras noticias de la sublevación llegaron a Guadalajara y a fines del mes incursionaron, en territorio de la intendencia, dos grupos insurgentes: uno encabezado por Navarro, Portugal y Huidobro por los rumbos de Jalostotitlán, Atotonilco y La Barca; y el otro al mando de José Antonio Torres, el “Amo Torres”, iniciando su empresa por Sahuayo, Tizapán el Alto, Atoyac y Zacoalco.
El 4 de octubre de 1810, Torres se había presentado ante Miguel Hidalgo,  quien lo comisionó para incursionar por Nueva Galicia y apoderarse de Guadalajara. Tal cometido supo cumplirlo cuando, el 11 de noviembre, el insurgente entró triunfante a Guadalajara.
Las medidas tomadas en la intendencia de Guadalajara para frenar el movimiento de independencia resultaron inútiles: la integración de la “Junta Superior Auxiliar de Gobierno y Defensa”; la formación del regimiento llamado “La Cruzada” integrado por miembros del clero secular y regular, sacristanes, monaguillos y devotos; así como la excomunión lanzada por el obispo Cabañas contra todo aquel que aprobara, ayudara o favoreciera el movimiento insurgente y a sus caudillos Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Ninguna surtió efecto para disuadir a los sublevados y sus seguidores.
El día 13 de noviembre se unió a la lucha por la independencia el cura de Ahualulco, don José María Mercado quien defendió la causa con total entrega y valor hasta su muerte, ocurrida el 31 de enero de 1811 al ser víctima de la traición por defender la causa patriótica.
El día 26 de noviembre de 1810, Hidalgo hizo su entrada triunfal a Guadalajara, después de haber pasado por Zamora, La Barca, Atequiza y Tlaquepaque.
Su estancia en la capital neogallega se prolongó hasta el 14 de enero de 1811, y durante ella ocurrieron una serie de hechos de gran alcance político y social.
El 29 de noviembre de 1810, promulgó el decreto de abolición de la esclavitud. A fin de organizar al gobierno insurgente, Hidalgo creó los Ministerios de Gracia y Justicia, y la Secretaría de Estado y del Despacho, también nombró un representante plenipotenciario de México en territorio estadounidense. Por disposición de Hidalgo empezó a publicarse “El Despertador Americano”, primer periódico tapatío y primero también en propagar las ideas de la insurrección; con este hecho nace la prensa al servicio de la causa insurgente, destacando en este medio un notable ideólogo mexicano: Francisco Severo Maldonado.
Otras importantes medidas que tomó Hidalgo fueron: abolir el papel sellado, los tributos y los estancos; también redujo las alcabalas, y abolió la prohibición de fabricar pólvora.
El movimiento insurgente tuvo grandes triunfos como la toma de Guadalajara, pero también sufrió fuertes derrotas como ocurrió en la batalla del Puente de Calderón, el 17 de enero de 1811. Otra gran pérdida fue la muerte del valeroso caudillo José Antonio Torres, quien fue aprehendido en Palo Alto, el 4 de abril de 1812. El 11 de abril del mismo año, fue conducido a Guadalajara, siendo sentenciado a “ser arrastrado, ahorcado y descuartizado con confiscación de todos sus bienes”; pena  que se ejecutó el 23 de abril de 1812.
A pesar de estos dolorosos reveses la guerra de independencia no fue sofocada en la Nueva Galicia, por todo el territorio se escenificaron cruentas batallas.
En el lapso de 1813 a 1816, los insurgentes del islote de Mezcala realizaron una de las hazañas más gloriosas del movimiento de independencia al resistir, durante todos estos años, los ataques realistas hasta la firma de la capitulación, el 25 de noviembre de 1816;  lo que dio término a una de las más cruentas luchas de la insurgencia. Los patriotas del sitio de Mezcala estuvieron dirigidos por el presbítero Marcos Castellanos, el insurgente Encarnación Rosas y por José Santana.
Durante estos años el territorio jalisciense fue testigo del gran  heroísmo de las huestes al mando del insurgente Pedro Moreno, quien desde 1812 estaba en contacto con los caudillos de Apatzingán. Desde el año de 1813 y hasta 1816 su actividad combatiente no disminuyó en las cercanías de Lagos y León.
El 27 de octubre de 1817, el movimiento de independencia perdió a uno de sus más fieles defensores al morir Pedro Moreno; después de que con sus huestes fue sorprendido por sus enemigos al mando de Mariano Reinoso, en el rancho “El Venadito”.
Hacia 1821, Agustín de Iturbide, puesto de acuerdo con Vicente Guerrero propuso el Plan de Iguala. En el Nuevo Reino de Galicia, el ejército y el clero apoyaban dicho plan, logrando incluso la aprobación y ayuda política y económica del obispo Cabañas.
Así, el 13 de junio de 1821, se firmó el Plan de Iguala, en San Pedro Tlaquepaque en la casa marcada con el número 208 de la calle Independencia.
El día 14 de junio se reunieron la Diputación Provincial, la Audiencia, el Ayuntamiento y las demás corporaciones civiles y eclesiásticas, todas las cuales juraron no tener otra religión que la católica y prestar obediencia a Iturbide, reconociendo a Pedro Celestino Negrete como Jefe Superior Político.
La proclamación pública de la independencia se hizo el día 23 de junio, y ese mismo día se empezó a publicar el periódico oficial con el nombre de Gaceta del Gobierno de Guadalajara.
Una vez que Iturbide tomó el mando del naciente país independiente, se decidió disolver el Congreso y nombrar en su lugar una junta instituyente.
Con el Plan de Casa Mata, firmado por los generales Antonio López de Santa Anna y José Antonio Echavarri se reprobaba la conducta de Iturbide y se exigía que se convocara al Congreso.
Cuando Iturbide abdicó, se formó el Supremo Poder Ejecutivo, con Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, pero como no se convocó de inmediato a un nuevo Congreso, para que la nación se constituyera como República Federal, las autoridades de Guadalajara reclamaron enérgicamente el cumplimiento del Plan de Casa Mata.
Estos acontecimientos aunados a la tradición de autonomía de la Nueva Galicia, alimentada por la interrupción del pacto colonial y la tradición monárquica, explican por qué el 16 de junio de 1823, la Diputación Provincial de Guadalajara se proclame a favor de la adopción del sistema de República Federal, como forma de gobierno, ade lantándose a la respuesta del Congreso General de 1824.
El 16 de junio de 1823, es la fecha en que se conmemora el nacimiento del Estado Libre y Soberano de Jalisco. Su capital es la ciudad de Guadalajara, la cual ha conservado este rango desde el siglo XVI hasta nuestros días.

Esta iniciativa se materializa en el Plan de Gobierno Provisional del Nuevo Estado de Xalisco, donde en su tercer artículo dispone que: “El Estado de Xalisco es libre, independiente y soberano de sí mismo, y no reconocerá otras relaciones con los demás Estados o Provincias, que las de la fraternidad y confederación.”
La difícil tarea de consolidar al Estado de Jalisco, en la recién establecida República Federal da principio con los siguientes hechos: la integración del Congreso Constituyente  que dotó a Jalisco de una Constitución Política Estatal (constaba de 272 artículos); y la elección de Prisciliano Sánchez como primer Gobernador Constitucional del Estado.